En Unamuno, observa Iris Zavala, "una misma metáfora, un mismo léxico, se repite mediante autocitaciones, reiteraciones, refutaciones, pero siempre dentro de la totalidad de su discurso, al cambiar de lugar y de función significa algo distinto"(4). En Niebla, una de sus novelas de mayor aliento y, tal vez, la más problemática, el sueño deja de ser mero recurso literario para erigirse en motivo recurrente, en signo de valor polisémico capaz de revelarnos el secreto y el misterio de la vida del hombre. Si la narrativa unamuniana se nos presenta como un gran viaje a través de la conciencia en la que el escritor reflexiona sobre su personalidad y el misterio de la existencia, la nivola, en este itinerario, se instala como texto clave de las preocupaciones estéticas y formales que van definiendo su escritura como espacio de indagación y búsqueda del sentido profundo de la vida. Las criaturas unamunianas, en lucha por afirmar la propia autonomía, desnudan su personalidad a través de un camino que les lleva a descubrir entre la niebla de la vida la precariedad de la existencia. Bajo esta perspectiva, la obra puede ser considerada toda ella como una gran metáfora existencial de la vida, al tiempo que la misma niebla, como imagen visual, puede asociarse al sueño en la medida en que ambos no ofrecen ninguna representación posible y están hechos de la misma indeterminada materia/sustancia (5).
Texto completo en http://cvc.cervantes.es/literatura/aispi/pdf/09/09_133.pdf
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